“Imaginaos ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en
busca de refugio hacia una ciudad situada a cerca de doscientos
kilómetros de distancia. No hay más que un camino. No hay más vía de
escape.
Y este camino, encajonado entre los altos picos de la Sierra
Nevada y el mar, cortado en sus mismos tajos, sube y baja, desde el
nivel del mar a las montañas, en declives de más de 30 metros”.
Quien
escribe este párrafo no se lo imaginó. Lo vivió. Lo fotografió. Lo
contó. Y ayudó a muchos de esos hombres, mujeres y niños a salvar sus
vidas. Es Norman Bethune, un médico canadiense que llegó desde Barcelona
a Almería, con un camión con sangre para practicar transfusiones, el 10
de febrero de 1937, en plena desbandá del pueblo malagueño. (...)
“Llévate a este, mira este niño. Este va herido. Niños con los
bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados; niños sin
zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de
dolor, de hambre, de cansancio. Doscientos kilómetros de miseria.
Imaginaos lo que serían cuatro días de andar escondiéndose en el
puerto”. ¿A quién elegir? ¿A quién ayudar ante la multitud de padres
clamando ayuda? El doctor y sus ayudantes terminaron desmontando el
interior de la ambulancia y la usaron para trasladar a los más
necesitados, sobre todo a los niños. (...)
Nada decían los libros de esa historia tan cercana que, sin embargo, sí
estaba presente en muchas familias malagueñas. “Era una historia muy
viva que estaba silenciada”, añade Majadas. Entonces tampoco se hablaba
de memoria histórica. (...)
Durante cinco días, sin apenas descansar ni dormir, este médico
canadiense salvó vidas y ayudó a muchas familias desfallecidas y
hambrientas, “a costa de poner él mismo en riesgo su propia existencia y
la de sus heróicos ayudantes”, escribe el director general de Memoria
Democrática de Andalucía, Luis Naranjo, en el prólogo del libro
reeditado. Héroes, sin embargo, ignorados en España.
“Hasta hace muy poco el hospital principal de Málaga se llamaba Carlos Haya, el aviador que bombardeó la ciudad”, recuerda Majada.
“Bethune debe ser recuperado como parte importante de la memoria
democrática de este país, ya que representó como pocos los valores de
solidaridad, resistencia y lucha por la libertad y la justicia que
constituyen el mayor patrimonio histórico de las clases trabajadoras”,
añade Naranjo. (...)
“Deliberadamente arrojaron diez bombas en el centro mismo de la
ciudad, en la calle principal, donde, amontonados en el pavimento,
dormían exhaustos los refugiados.
Cuando se habían alejado los
aviones levanté del suelo los cadáveres de tres niños que habían estado
tres horas de pie en una cola frente al Comité Provincial de Evacuación,
esperando su ración de una taza de leche condensada y un pedazo de pan,
único alimento disponible.
La calle parecía un degolladero, con los
muertos y los agonizantes, alumbrado por las llamas de los edificios que
ardían”, escribió Bethune. “¿Qué crimen habían cometido estos hombres
de la ciudad para ser asesinados de modo tan sangriento?”, se preguntaba
el médico. “Su único crimen había sido el de votar por un Gobierno del
pueblo”. (Público, 07/04/2014)
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