12.15.2009

"Mi última carta: me fusilan hoy"




(1) Resistentes del grupo de Missak Manouchian, entre ellos él (tercero por la izquierda), antes de ser fusilados en 1944, cerca de Paris
(2) Un pelotón alemán se prepara para fusilar por la espalda a varios condenados.


"A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida", escribió Robert Busillet, de 19 años, en la prisión de Fresnes en 1941. "Vive, tienes que vivir", anotó otro reo para su amada antes de caer bajo las balas de los nazis. "No tengo miedo, no es mi costumbre", fue el último, valiente mensaje a su familia del rehén Michel Dabat, abatido por el pelotón de fusilamiento en Nantes. Vivir a muerte (Barril & Barral, 2009), un libro conmovedor, imposible de leer sin que en más de una ocasión se inunden los ojos de lágrimas -"voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en el ataúd", "mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y que rehagas tu vida", "besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos", "me gustaría que cuando el niño fuera mayor le habléis mucho de mí", "no te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice" (...)

La mayoría de los condenados se disculpa por el dolor que, involuntariamente, va a causar a sus seres queridos. Tratan de tranquilizarlos, mostrando valor, resignación, serenidad o sosiego. Deseamos que fuera eso lo que en realidad sentían. "No he sufrido antes y ya no más después, por supuesto", "pasamos el tiempo contando chistes", "siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el sol brillara". La última frase la escribe Fernand Zelnikov, empleado de peletería parisiense de origen judío ruso, que participó en varios atentados contra soldados alemanes. Por su parte, el rehén Bernard Grinbaum anota poco antes de ser pasado por las armas, con lermontoviano desdén: "Bah, no importa".

Es una constante en los hombres con pareja pedir a ésta que rehaga su vida: "Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti", escribe a su mujer el tornero comunista y combatiente clandestino Maurice, que reconoce: "Es duro decir esto porque estoy celoso aun ante la muerte".

El humor y la ironía brillan por su ausencia; en cambio, abundan el patriotismo y la religión. (...)

En algunas cartas leemos desesperación, rabia, miedo, odio o afán de revancha. "Vengadme", escribe el judío Simon Fryd, que ha atacado con granadas a un destacamento de la Wehrmacht. Otros perdonan; Émile Bertrand escribe: "He cumplido con mi deber, sólo siento, y de todo corazón, haber matado". Guy Môquet, detenido por pegar carteles y al que fusilan con 17 años, escribe a su Odette: "Siento no haber podido tener lo que me prometiste". No es el más joven. Henri Fertet cuenta 16, pero mucho valor: "No quiero venda en los ojos ni que me aten".

Pese a que todos tratan piadosamente de hurtar los detalles escabrosos, en algunas misivas se percibe la provisionalidad atroz de las últimas horas: "Te escribo de pie, a la luz que pasa a través de la mirilla"; "mi escritura es quizá un poco temblorosa, pero es que tengo un lápiz muy pequeño"; "te escribo sobre un cubo nauseabundo"; "sed fuertes como lo seré yo cuando las balas me sacudan"; "vienen a buscarnos".

Se traslucen dudas: "Creo que voy a morir con valor", "creo que todo irá bien" (!) "y sabré morir como un hombre"; "tengo mucho coraje, pero estoy un poco nervioso". Algunos tratan de ser prácticos: "Dejo mi chaqueta de cuero, trata de recuperarla". Uno incluso recuerda devolver los volúmenes de La Pléiade prestados. "Haz editar mis poemas", escribe el líder partisano de origen armenio Missak Manouchian. Hay verdaderos testamentos. Otros filosofan. Predomina la contención pero hay anotaciones desgarradoras: "Hallaré valor pensando en tu amor"; "sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho". "Un último largo, largo beso en tus labios", escribe el maquisard Paul Meyer a su mujer. Y otro a la suya: "Lamento profundamente no haberte hecho feliz". (El País, ed. Galicia, 08/12/2009, p. 31)


Carta de despedida de Missak Manouchian

"Prision de Fresnes (Seine) 21 de febrero de 1944

Mi Querida Melinée, mi amada pequeña huérfana.

Dentro de unas horas, ya no estaré en este mundo. Vamos a ser fusilados esta tarde, a las 15 horas. Esto es un accidente de la vida, parece mentira, sin embargo sé que ya no veré nunca más.

¿Qué puedo escribir? Todos es confuso en mí y muy claro al mismo tiempo.

Entréen el ejército de liberación como soldado voluntario y muero muy cerca ya de la victoria y del objetivo. Felices aquellos que van a sobrevivirnos y disfrutar de la dulzura de la libertad y de la paz de mañana. Estoy seguro de que el pueblo francés y todos los combatientes de la libertad sabrán honrar nuestra memoria dignamente. En el momento de morir, declaro que no tengo ningún odio contra el pueblo alemán ni contra nadie, cada uno tendrá lo que merezca como castigo o como recompensa. El pueblo alemán y todos los pueblos vivirán en paz y en fraternidad después de la guerra, que ya no durará mucho tiempo. Felicidad a todos… Tengo un pesar profundo por no haberte hecho feliz, habría querido un hijo tuyo, como tú siempre querías. Te ruego por tanto que sin falta te cases después de la guerra y que tengas un hijo para mi felicidad, y para cumplir mi última voluntad. Cásate con alguien que pueda hacerte feliz. Todos mis bienes y todas mis cosas, te las dejo a ti, a tu hermana y a mis sobrinos. Después de la guerra, podrás hacer valer tu derecho a una pensión de guerra como mi esposa, porque muero como soldado regular del ejército francés de la liberación.

Con la ayuda de amigos que querrán honrarme, harás editar mis poemas y mis escritos que merezcan ser leídos. Dales recuerdos míos, si es posible, a mis padres en Armenia. Moriré con mis 23 camaradas muy pronto, con el valor y la serenidad de un hombre que tiene la conciencia muy tranquila pues, personalmente, no he hecho mal a nadie y si lo he hecho, lo hice sin odio. Hoy, hace sol. Mirando al sol y a la bella naturaleza que tanto he amado, diré adiós a la vida y a todos vosotros, mi muy querida esposa y mis muy queridos amigos. Perdono a todos los que me han hecho daño o que hayan querido hacérmelo, salvo al que nos ha traicionado para salvar su piel y a los que nos han vendido. Te abrazo muy fuerte, a tu hermana y a todos los amigos que me conocen mucho o poco, os abrazo a todos de todo corazón.

Adiós. Tu amigo, tu camarada, tu marido.

Manouchian

Posdata: tengo quince mil francos en la maleta de la calle Plaisance. Si puedes, cógelos, salda mis deudas y dona el resto a Armenia." (Kaosenlared.net, Carta de Missak Manouchian)

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